Por Galantino Gallo – CEO de Prima AFP
Los sistemas previsionales tienen un objetivo esencial: que el ciudadano ahorre lo suficiente para tener una pensión digna. Esta meta no solo impacta a quien la recibe, sino también al resto de ciudadanos que, frente a un sistema autosostenible, quedan liberados de tener que solventar la jubilación de adultos mayores desprotegidos.
Así las cosas, frente a ventajas tan evidentes, los beneficios de un sistema de pensiones sólido y que incluya a la mayor cantidad de ciudadanos posible se caen de maduros. Por lo que cabe una pregunta ¿entonces, por qué alrededor del 70% de peruanos queda por fuera de un sistema de pensiones?
La informalidad tiene un peso significativo en la respuesta, así como la rigidez y falta de incentivos de parte de la legislación actual. Por ello, desde Credicorp y Prima AFP no solo creemos que una reforma integral del sistema previsional peruano es necesaria, sino que proponemos que se planteen reglas de juego lo suficientemente flexibles y sencillas para atraer más participantes.
Pensemos en los aportes voluntarios. Las normas actuales señalan, por ejemplo, que estos solo pueden efectuarse al mismo tipo de fondo que aplica a los aportes obligatorios de un afiliado. Asimismo, para los trabajadores independientes que no tributan por cuarta o quinta categoría, estos están condicionados a la constitución de un aporte obligatorio y a un monto mínimo de S/ 137.76. ¿Por qué no permitir que, una vez cubierto sus gastos, el afiliado pueda decidir hacer depósitos sin restricciones de cantidad o monto? ¿Por qué no pensar en un sistema flexible en el que el usuario pueda ahorrar en más de un fondo y, así, tener más incidencia en la rentabilidad que recibe?
Un mecanismo cuyo valor a largo plazo depende de ser inclusivo, no puede darse el lujo de ser algo menos que simple, de ofrecerle al ciudadano algo que no le permita participar de la manera que más le convenga.
A eso debemos apuntar con la reforma. A eso y a la administración efectiva de incentivos para hacer que lo que hoy se distingue como una “obligación” se entienda como lo que es: una inversión para el futuro. Ahí también debe entrar a tallar el Estado. Por ejemplo, con aportes directos que premien la consistencia ahorrativa, con la garantía de pensiones mínimas y con el trabajo conjunto con el sector privado a favor de la educación financiera.